domingo, 23 de noviembre de 2008

Guadalcanal: la crónica definitiva

Hace ya como un mes, concluí la lectura de la que, en palabras de su autor, Richard B. Frank, es la crónica definitiva de la Campaña de Guadalcanal: Guadalcanal: the Definitive Account of the Landmark Battle. Mi reciente apatía bitacorera ha hecho que haya pospuesto hasta hoy esta breve reseña.

Librada entre agosto de 1942 y febrero de 1943, esta campaña supuso el auténtico punto de inflexión en la Guerra del Pacífico. Si la dramática batalla de Midway fue el parón de la ofensiva nipona en el mayor océano del planeta, Guadalcanal fue la terrible pugna que comezó a desangrar a las fuerzas del Sol Naciente, y que vio el inicio contraofensiva estadounidense en dicho teatro. Lo que empezó de forma casi improvisada y vacilante en agosto de 1942 en Guadalcanal, acabó en Okinawa en la primavera de 1945.

Soldados de la 1ª División de Infantería de Marina de EE.UU. durante los desembarcos del 7 de agosto de 1942 en Guadalcanal.

Frank pone a nuestro alcance finalmente el relato conjunto de las operaciones terrestres, navales y aéreas por primera vez en la historiografía de la campaña, incorporando de paso las fuentes japonesas recientemente traducidas al inglés. Los relatos anteriores se habían centrado en las operaciones navales (Samuel Eliot Morison), terrestres (Samuel B. Griffith) o aéreas (John B. Lundstrom), dejando en segundo término los demás aspectos de la contienda.


Ahora el autor extiende ante nuestros ojos la panoplia completa de acciones por tierra, mar y aire que salpicaron y definieron la pugna por la isla. Cada ofensiva terrestre, cada combate entre buques de superficie, cada batalla entre portaviones, cada convoy de refuerzo, cada incursión aérea (con las bajas reclamadas, y las que realmente se produjeron), etc...

El acorazado Washington disparando su batería principal contra su homólogo nipón Kirishima, durante la batalla de superficie librada en la noche del 14 al 15 de noviembre de 1942, y que decidió el curso de la campaña.

Se deshacen algunos mitos, como es natural en obras tan documentadas como la que hoy se reseña: los torpedos navales japoneses no tuvieron la importancia mágica que se les atribuyó en la batalla de la Isla de Savo; el caos en las acciones nocturnas de superficie hizo que incluso un almirante estadounidense (Scott) fuera muerto por fuego amigo; los pilotos de ambos bandos rutinariamente reclamaban entre vez y media y dos veces el número de aviones que eran realmente derribados...

El "as" Marion Carl durante la acción del 24 de agosto de 1942 en la que reclamó el derribo de tres aviones torpederos y un caza japonés del portaviones Ryujo. Carl y sus compañeros de la Cactus Air Force reclamaron en ese combate la destrucción de nueve Kates y siete Zeros, cuando en realidad los nipones sólo perdieron cuatro y tres aparatos, respectivamente...

Lo único que no cambia es el horror de la guerra: el sufrimiento de los hombres supervivientes de los innumerables naufragios en la Bahía de Fondo de Hierro; las enfermedades y peligros que acechaban en la jungla; el indescriptible calvario de las tropas japonesas en Guadalcanal, mal pertrechadas y peor alimentadas...

Y esto era sólo el principio. La lucha por las islas Salomón, que empezó en agosto de 1942 en Guadalcanal, continuó hasta entrado 1944. Año y medio de horror en el que el poderío aeronaval japonés quedó total y absolutamente quebrantado.

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